miércoles, 16 de julio de 2014

La náusea barata

No me importa la paz mundial, ni la pobreza en el África, ni las muertes por terrorismo, ni la segregación de la sociedad, ni tampoco quiero fingir que me importa. ¿Somos quienes somos realmente o nuestro comportamiento, nuestras acciones estan reguladas por la sociedad?. ¿A todo acto lógico le es consecuente otro acto lógico?, ¿habrá alguna especie de dadaísmo en la vida misma?, ¿la pletora de la cháchara humana debe obedecer invisiblemente a una maquinaria de pensamientos producidos por teoremas que se basan en axiomas de la moral, de lo socialmente aceptado, de lo más puro y casto, y de lo correcto, dejando en el olvido todo acto execrable como la autosatisfacción sexual o quizá el onanismo?

El deseo de masturbarse solo por costumbre y no por la necesidad del ser humano de alcanzar el éxtasis deseado, la no necesidad de secretar el semen por desear echar un polvo, el masturbarse sin ganas, el follar sin ganas, el besar sin ganas, solo por abrazar una rutina como si fuera una costumbre religiosa y sempiterna que nos ha sido impuesta por nosotros, la masa humana.

El domingo a las 11 de la mañana fui al local de Movistar en Megaplaza para informarme como podía adquirir un nuevo celular, manteniendo el mismo número. Me habían robado el celular un día antes y le dije a uno de los tantos sujetos que atendía algo como esto:

- Amigo, me han robado el celular, ayer. Quisiera saber qué hacer para tener un nuevo equipo postpago y al mismo tiempo mantener mi número actual. Ayer llamé y bloqueé mi número. También quisiera saber si hay algún descuento para que el nuevo equipo me salga mas barato - Notemos la redundancia... descuento para que sea barato... ¿?¿?¿? Ed eres un imbécil, prosigamos - ,ya que soy cliente de Telefónica, algo de 3 años.

Y el muy capullo me dice con mirada y voz déspota y nada agradable, como si no pudiese ser de otro modo:

- Tiene que comprar un nuevo equipo postpago y pagar ambas líneas, la que ya tiene y la nueva.

Asi como lo escribo, ya que no puedo recordar las exactas palabras, no parece de mal modo. Habría que ver la cara del sujeto y escuchar como lo dice, pero creo que se puede comprender la idea de mala fe.

- Pero yo no quiero una linea nueva - le digo- quiero  usar el mismo número para que mis contactos puedan seguir llamándome como si nunca me hubieran robado el celular. Es decir, lo que quiero es un equipo nuevo que siga teniendo el mismo número que usaba antes de bloquear este número.

-Caballero, - dice él - tiene que comprar un nuevo equipo postpago y pagar ambas líneas, la que ya tiene y la nueva. 

Sí, el muy hijo de puta repitió su diálogo anterior con las mismas palabras, de la misma forma, con la misma mala gana, con el mismo desinterés a mi desgracia, con la misma trivialidad hacia mí.

- Amigo, ¿como puedo sacar un nuevo equipo sin tener una línea nueva o en todo caso tener un nuevo equipo con un número nuevo, sin tener que pagar por el número actual?

- No puede caballero, ya que el contrato de su linea actual aún no vence. Usted renovó su equipo y su contrato de 2 años se ha renovado. Debe pagar por las 2 líneas.

- Pero es común que a la gente le roben los celulares, eso pasa a menudo y no creo que la gente pague 2 líneas, cada vez que le roben el celular,.cuando solo quiere y necesita una.

Aquí pasa algo en mi mente, sigo hablando y aquel sujeto parece importarle una mierda. No pude más, tenía que, debía que, deseaba respuestas coherentes. De un modo u otro, uno de los dos tendría que mandar a la mierda al otro, de forma implícita o explícita, de manera respetuosa o vulgar, de manera lógica o estúpida, pero era algo que debía suceder; incluso si fuese extremadamente quijotesco. Así que le dije una frase que escuché mucho en una serie española que veía antes.

- ¡Vete un poquito a la mierda, sí!

Pensé que llamaría a seguridad o algo así, que me votarían del establecimiento, que me tomarían una foto y la colgarían en la pared con una nota en la parte superior con las palabras "Persona no grata". El mundo era una mierda, había perdido mi celular, celular que me había costado una suma considerable. Lo que me llevó a actuar de esa forma fue este pensamiento "si el mundo era una mierda, ¿por qué yo no podría ser una mierda con el mundo? (con especial enfoque en aquel empleado de Telefonica)". Si me tratan mal por qué no habría de devolverles la cachetada mental y abstracta que me habían dado. Solo fui más sincero que él, no disimulé hipócritamente mis palabras en tratar de decirle que su ayuda era una plasta de mierda barata.

-Tarado, - me dijo- fue cuando me di cuenta por la forma y gesticulaciones del rostro que aquel imbécil era gay. Adquirí una homofobia efímera y lo odié más todavía.

Le dije después, que me parecía muy estúpido que cuando a uno le roben el celular le den la opción de bloquear el número para que después le digan que debe comprarse un celular con un nuevo número y tener que pagar por ambos números. Perdone, pero me parece muy estúpido -le recalqué- y me fui. 

-Adiós tarado- me dijo el descarado putito.

Con la ira del mundo concentrada en mí, con la indignación, con la misma rabia del primer hombre que haya gritado por primera vez en la Tierra decidí irme a casa sin intentar nada. Estando a punto de salir del establecimiento me dije para mis adentros "y venir para nada". Me acerqué a otro empleado que repartía tickets para atención. Esta vez era una chica, le conté mi problema y me dijo la misma mierda que el gay. Le dije mira amiga, quiero información, no quiero ticket para adquirir una línea nueva, solo quiero un ticket para información al cliente.

Me dio el ticket, miré en la pantalla de atención que el último cliente atendido era C98, yo era el C125. Una mierda de día, me senté y dejé caer mi cabeza hacia atrás, cerré los ojos, y luego sentí que otra cabeza chocaba con la mía, volteé inmediatamente por instinto y pude ver que detrás de mí estaba sentada una chica guapa, y dije para mí mismo ¿pero qué coño?, ¿estoy pintado o que mierda? Me llegó al carajo y volví a dejar caer mi cabeza hacía atrás, chocando con la suya. Nuestras cabezas se tocaban como si fuéramos 2 amantes que se recuestan el uno sobre el otro, La chica no hizo nada, como una especie de acuerdo mutuo y silencioso. ¿Siempre se encuentra gente con comportamientos un poco pendejos no?

Ya no podía tener los ojos cerrados y sentirme cómodo mientras esperaba, así que empecé a distraerme mirando a las chicas que estaban paradas o sentadas y que estuviesen jodidamente buenas. Les miraba el culo, las tetas, las caderas y el rostro. Había algunas chicas de rostro normal, promedio, no eran una gran belleza, pero tenían el cuerpo bien formado y sus jeans ajustaban y moldeaban sensualmente sus piernas y caderas. Imaginaba un buen coito con ellas y al carajo con el rostro me decia en mis fueros internos.

Así, follando mentalmente a todas las chicas presentes me pude distraer lascivamente hasta que por fin vi en las pantallas C125. La chica que me atendería era una gordita nada agraciada, pero tenía una hermosa voz y en su rostro se reflejaba la amabilidad y el deseo de ayudar a las personas que durante el día se me había negado, quizá por alguna conspiración mística en el universo, pero ella estaba allí para ofrecer ayuda al proscrito de toda amabilidad. Le conté mi caso y me dijo puedes comprar un equipo prepago y un nuevo chip, ese chip estará amarrado a tu antiguo número, y no tienes la necesidad de tener 2 líneas. Lógica apareciste en un día caótico y lúgubre para mí. Al fin, escuchaba palabras con sentido de alguien ajeno a mí, y en ese momento aquella chica me pareció la más hermosa del mundo.

Luego, fui lo más rápido posible a casa a ver la final del mundial, después fui al cine con Diana, a ello le siguió hacer el informe de un curso de la universidad. El día se había consumido y no leí nada de Trópico de Capricornio. ¡Quizá mañana! pensé, tampoco se pudo, estuve con gripe o alergia o lo que sea. Frío de mierda, día desperdiciado otra vez, y así alguna vez osadamente pensé que podría acercarme a ser el ubermensch de Nietzsche. Das asco Ed.

A veces me siento muy estúpido. La diferencia entre la mayoría de personas y yo es que yo soy consciente de mi estupidez, lo que no me permite ser tan disoluto y sociable como ellos.

martes, 12 de noviembre de 2013

Sueño de una noche de verano (versión no corregida ortográficamente)



Soy un pervertido. Generalmente sueño con gatitos gordos, rosaditos y altamente adorables. Ok no, ni yo me la creo. Pero ayer fue muy raro.

Soñé que tenía sexo con una amiga, a la que llamaré Silvia. Le echo la culpa a Bukowski. Estaba viendo fotos de Buk en google imágenes para estamparlo en un polo, cuando encontré una foto de él que me gustó y dije voy a ver su página web, ya que era posible que encontrará fotos, igual o más chéveres. Así que hice clic en la imagen para cargar la página y era un blog de cuentos. Entre los cuentos estaban algunos cuentos de Bukowski. Me leí tres cuentos de él antes de dormir. Por cierto, el último cuento era “El malvado” del libro “La máquina de follar, que trata sobre una historia narrada por un violador de una niña de 6 a 9 años O_O

En fin, al menos mi amiga es mayor de dieciocho. Así que no soy pedófilo inconscientemente. Y el sueño fue una mezcla de todo en realidad, porque ella me dijo que no podía tener hijos. Todo estaba en contra de mi inocencia. Quiero decir ¿qué podría ser mejor que tener sexo con la mujer más bella del mundo? Pues la respuesta es obvia ¡tener sexo sin condón con una chica que no puede quedar embarazada! Sí, lo sé, soy un pervertido u_u

Todo estaba oscuro, pero a Silvia -no conozco a nadie con ese nombre, por eso lo uso-  la podía ver perfectamente en la oscuridad. A pesar de estar a oscuras, de alguna manera, pude darme cuenta que no estaba en mi cuarto ni en el cuarto de Silvia. 

Yo estaba acostado, mirando el techo. –recuerdo estar haciendo eso antes de dormir- De pronto, en mi sueño estoy así, acostado en mi cama y mirando al techo. De la nada, Silvia aparece sobre mis piernas y empieza a gatear hacia mí como en la siguiente imagen. También es culpa de la imagen de la gitana dark. Yo soy la víctima en realidad.


Silvia avanzó hacia mí y al estar frente a frente nos besamos. Me gustó sentir su cabello cayendo hacia mi rostro. Nos besamos largo rato; mientras con mis manos le recorría todo el cuerpo, deteniéndome más tiempo en tocar sus nalgas. Luego, le dije  hay que sentarnos,  y ella asiente con la mirada.

Sentados sobre la cama, nos quedamos viendo nuestra desnudez por un lapso de diez minutos. No hicimos más que ver nuestros cuerpos todo ese tiempo, hasta que yo me acerqué y empecé a besarle el cuello mientras con mis brazos la abrazaba con mucha fuerza y la apretaba hacía mí, y Silvia gemía de placer.

Luego, me puse detrás de ella. Ambos seguimos sentados en la cama. Le besaba ahora la espalda mientras con mis manos tocaba delicadamente sus senos. Ella despertó mucho placer en mí y no soporté más, me levanté y acerqué a Silvia al borde lateral de la cama. Coloqué, con ayuda de ella, todo su cuerpo recostado en la cama, a excepción de sus piernas que quedaban hacia afuera, apoyadas sobre la madera de la cama como si estuviera sentada.

Me acerqué hacia ella y le abrí lentamente las piernas, al mismo tiempo, le cogí de la cadera haciendo que sus nalgas no estén sobre el colchón sino en el aire mientras la penetraba y hacía chocar nuestras pelvis con un cañoneo constante.

Sentí el placer de los ángeles profanos ante los pecados del hombre como  el mismo placer que me invadía en ese momento. Después y no sé cómo yo estaba acostado en la cama y Silvia sentada sobre mí, levantándose ligeramente y sentándose para penetrarla, mientras yo le apretaba fuertemente las nalgas y hacíamos rechinar la cama al mismo tiempo que la golpeábamos contra la pared. Era glorioso verla transpirar a ella y a mí, y así estuvimos durante un largo tiempo.

Después tuvimos coito a tergo. Ella se apoyaba con sus brazos y piernas en la cama, mientras sus piernas ligeramente separadas permitían la penetración por su vagina. Yo le cogí de la cintura y hacía golpear rápidamente sus nalgas contra mi pelvis. Mientras la penetraba poco a poco fui acercando mi pecho a su espalda y con una mano apretaba sus carnes de la cintura y con la otra apretaba sus senos. Mordí su cabello mientras ella movía circularmente su trasero y lo pegaba lo más fuerte posible hacia mi pelvis. Excitado por sus magistrales movimientos empecé a empujar mi pelvis hacía sus nalgas lo más rápido posible y ella se reía al ver lo excitado que ella me ponía. Yo estaba algo avergonzado, pero la lujuria se sobrepuso ante la vergüenza. Luego ella se dejó caer sobre el colchón y yo caía al mismo tiempo que ella y sentimos explosiones de goce puro  al dejar caer sus nalgas y mi pelvis pegada a su trasero sobre el colchón. Ella estaba totalmente recostada sobre el colchón pero nuestros miembros aún tenían contacto y yo hacía un fuerte ruido al cañonearla contra la cama. Silvia cogió las sábanas blancas y las apretó con su puño sabiendo que eso me excitaba y en un jugueteo de placer ella intentaba pararse en la posición en la que se encontraba mientras yo con fuerza chocaba mi miembro contra sus nalgas y tocaba sus manos que  aun apretaban las sabanas, impidiendo así que ella pudiera levantarse. 

Nos detuvimos por un breve tiempo sin embargo aún teníamos mucho deseo y energías. Nos echamos sobre el colchón mirando al techo, pero no había techo, mirábamos las estrellas como si fuéramos los únicos seres con vida en todo el vasto universo. No hablábamos nada, ambos sentíamos que las palabras eran innecesarias. Nuestros cuerpos y nuestras mentes se entendían como querían ser entendidos y sin la necesidad de hablarnos, y no dijimos nada como si hablar pudiera interrumpir esa sensación mágica no solo de placer sexual sino de placer en general. Nos pusimos de costado y nos miramos el uno al otro durante diez minutos mientras yo jugueteaba con mis dedos tocando sus vellos púbicos  y sintiendo ese tesoro aterciopelado entre sus piernas. En ese instante ella me dijo que aún quería sentir mi miembro dentro de ella, pero quería probar otra postura. Yo le propuse hacerlo salvajemente en el piso. Ella me dijo que le gustaba la idea, pero que en ese momento no quería sentir dolor por la rigidez del suelo. Así que lo dejamos para otra ocasión y yo me puse encima de ella sin avisarle e hice chocar sus senos con mi pecho con mucho cuidado de no hacer un movimiento torpe que pudiera arruinar la magia del momento, y también hice chocar mi pene con su vagina sin penetrarla. Y eso hice un buen rato, chocar mi pene con su vagina sin penetración alguna, mientras nos besábamos y sentíamos nuestras lenguas conectarse con deseo orgiástico.

No recuerdo mucho, lo raro fue que sentí como si Silvia y yo lo hubiésemos hecho durante tres horas y Silvia tenía el cabello ligeramente ondulado a pesar de que realmente su cabello es liso. Me desperté y me encontré excitado, y agitado como estaba me revise para ver si había tenido alguna polución nocturna. No la tuve y es curioso mi pene no estaba erecto. Pero me sentía cansado y agitado como si el sueño hubiese sido verdad. Tengo mucho sueño y me encuentro demasiado cansado. Felizmente tengo toda la mañana para dormir.

La segunda vez que me dormí soñé con lindos gatitos, rosados, súper obesos y altamente adorables. 


Mentira. Dormí y esta vez no soñé nada o no me acuerdo nada. Ahora me he despertado con muchas energías después de haber descansado :3

miércoles, 23 de octubre de 2013

Cuento improvisado 1



Grimmer, el puente empedrado y el viejo

Conversación ligera

Siempre fue parco y lacónico en la conversación, incluso no había ningún atisbo de vida en sus ojos.

-¿Cómo se llamaba?

Johan Grimmer era su nombre, pero los pocos que le conocían y digo conocían porque me resulta casi imposible de creer que realmente fueran sus amigos, más que nada debido al carácter solitario de tan singular persona, pues le conocían simplemente como Grimmer. ¡Qué discutan los psicólogos, si la timidez en una persona puede ser tan intensa!

-¿Timidez?

Sí, timidez. Desde que me presentaron a Grimmer en una fiesta de la universidad noté su falta y escasez de curiosidad y respuesta hacia los demás. Al percatarme de su timidez decidí hacerme su amigo y apoyarlo a superar ésta.

-Mmm… ¿Dices que conociste a Grimmer en una fiesta de la universidad? ¿Acaso, era compañero de algún curso en común?

¡Oh no, para nada! Grimmer estudiaba literatura y como sabes yo soy estudiante de derecho. La fiesta era de la facultad de humanidades y mi enamorada de ese entonces era estudiante de letras, compañera y quizá amiga de Grimmer. Es decir, si alguien era un metomentodo sin duda ese era yo. Pero, vayamos al meollo del asunto. Un día cuando tomé el coche para dirigirnos a la universidad de Miskatonic, noté que Grimmer estaba sentado; sin embargo, él no se dio cuenta de que yo había subido también, ya que estaba en el extremo opuesto de un asiento de tres personas. Al llegar a la universidad bajamos y el otro estudiante aparte de nosotros dos golpeó a Grimmer en la nariz con su codo en su intento de bajar lo más diligente y descuidadamente posible; incluso cuando Grimmer era el más cercano a la puerta del carruaje.

-¿Qué hizo Grimmer? Supongo, que le increpó la falta de educación al otro estudiante.
No. Grimmer, no dijo nada. No profirió ningún reclamo y el muchacho que lo golpeó se bajó sin más.

-¿Se bajó sin pedir disculpas?

Se debería esto a la timidez que yo había notado en Grimmer, pensé. Más tarde, en el comedor, a horas del almuerzo él estaba formado en la fila para recibir sus alimentos cuando un sujeto apareció de la nada y se colocó delante de Grimmer mientras fraternizaba con el otro chico que había estado en la fila, como para suponer que su amigo le había guardado el sitio. En ese momento, en ese preciso instante pude ver en los ojos de Grimmer una latente indignación y cólera que nunca habría imaginado que él fuese capaz de poseer. Sin embargo, él no hizo nada.

-¿Pero por qué tú no hiciste nada?

Lo hubiese hecho, pero Grimmer se hubiese molestado conmigo; ya que no le gusta que intercedan por él y se habría enojado más aún conmigo que con el maleducado. 

-Por lo que dices, Grimmer es tímido y hasta algo ingenuo ante el actuar de los demás. En su lugar, yo habría lanzado vituperios y de ser necesario llegado a golpes en el caso del carruaje; por otro lado, en el caso del comedor, le habría increpado su falta de modales al grosero que se introdujo en la fila.

Tienes razón en lo dicho. Siempre me imaginé a todo escritor o estudiante de literatura como un solitario en su escritorio creando historias increíbles y cuyo requisito para crearlas fuera la soledad, pero Grimmer excedía mis expectativas. Además de eso la falta de socialización lo convirtió en algo como un niño inseguro ante los demás.

Hojas del diario de Grimmer

Sábado 15, abril de 1899

El viernes por la noche, descansando de los días de clases me fui a un pueblo rural que no estaba lejos de la universidad y alquilé una posada, acto seguido me fui a dar un paseo por tan encantador paisaje. Estaba caminando mientras observaba con gran estupor los bellos prados, las vacas masticando hierbas, árboles frondosos que daban alegría a los pajaritos que revoloteaban de aquí para allá hasta que crucé un puente empedrado y mientras avanzaba escuché una voz que decía “¡Hey, muchacho, aquí abajo!” Mientras colocaba mi brazo para apoyarme en la pared baja y empedrada del puente pude observar a un anciano que estaba cerca de la orilla del río debajo del puente, y que pronto ya había captado mi atención. Aquel misterioso ser hizo gestos con la mano para que me acercara y al bajar hacia donde se encontraba pude percatarme que el anciano era extremadamente viejo, pero su vejez era superada por su deformidad, una fealdad que era resaltada por la asimetría en su anciano rostro; y no sólo eso, también vi disimuladamente que sus botas y gran parte de la vestimenta que cubría sus extremidades inferiores estaban totalmente empapadas, como si hubiese salido de aquel río.

El anciano me sonrió pero con cada articulación de sus músculos parecía esbozar una sonrisa maligna y macabra, luego me dijo “eh muchacho, tengo algo para ti y es exclusiva y únicamente para ti”.

¿Para mí? – le dije en forma de pregunta- ¿A qué se refiere caballero?

Son unas cápsulas, -pastillas dijo para aclarar- pero no cualquier clase de capsulas. Es la capsula M. Te ayudará con tu “problema”.

Me ha confundido caballero –dije, pensando que eran drogas. ¿Además cómo podría aquel vejestorio saber mi “problema”? – Mi problema, pero a qué problema se refiere- le pregunté.
Poco te diré. Cuando la tomes te atreverás a hacer todo lo que deseas sin la menor vacilación.

No necesito eso -dije, dudando aún de las capsulas- Pero sentimientos similares a los que sintió Eva por la manzana del árbol del Edén me albergaban. 

¡Oh, claro que lo necesitas! Es más, te haré un favor, toma este frasco de cápsulas M sin pago alguno y si después de unos días confirmas que cumple el fin mencionado regresas aquí, debajo del puente empedrado, a la misma hora, dentro de dos semanas a comprarme más.

No tenía nada que perder pensé, aceptando el frasco de las dichosas capsulas M.

19 de abril  de 1899.

Caminaba por la acera de un parque, ya en la ciudad, para distraerme  mientras del lado opuesto de la acera un sujeto con bastón y sombrero de copa se cruza conmigo. Ambos paramos como esperando que el otro de un paso al costado, pero en sus ojos se notaba cierto aire de superioridad, sin duda alguna era un noble por la elegancia y forma peculiar que tenía al caminar. Lo observo. Es un sujeto vestido finamente, pero no quiero dar un paso al costado asintiendo y comprobando mi inferioridad hacia él. Nos miramos, y él rompe el silencio despectivamente con “Da un paso al costado muchacho” y yo dije burlonamente “Disculpe su majestad, pero por qué habría de hacerlo”.

Antes de salir de la residencia universitaria tomé una capsula M y de pronto sentimientos tumultuosos de poder recorrían mi ser y el orgiástico convencimiento del verdadero efecto de las capsulas M me dispusieron a dar una caminata por un parque al que llamo la zona de la mala suerte, pues siempre ocurre algún acontecimiento inesperado que me pone de mal humor como si el universo conspirará contra mí para arruinarme el día y la alegría que yo pudiese tener en ese instante.

“Me vas a dar permiso o no” dice el detestable ser ante mí.

Usted está perdiendo el tiempo –digo- en lugar de pedirme permiso podría ya haber dado paso al costado y seguir con su camino, caballero. Puede estar usted totalmente seguro de que no le daré permiso.

El sujeto se pone fuerte y sin dar paso al costado camina hacia adelante y me empuja bruscamente. 

Tomé la capsula M por lo que esto no debería suponer ninguna dificultad me dije a mí mismo. Toco instintivamente mi hombro previamente golpeado por la brusquedad del sujeto aquel, creyendo que así el dolor menguara; y luego, le meto un puñetazo en la espalda con toda mi rabia desprendida en cuestión de segundos.

Empieza la pelea, y el mar de violencia que hay en mi proclama y pide su roja *crubi; así que, golpeo sin mesura en mis actos y su elegante camisa blanca y chaqué se ven enjugados del rojo interno del sujeto.

Yo también estoy algo golpeado. El infeliz me ha dejado el ojo izquierdo totalmente morado; pero el resultado final, el sino ha salido a mi favor otorgándome la victoria sobre aquel sujeto y así como Diomedes humilló a Héctor en la Ilíada me dispuse a devolverle el favor dándole una fuerte patada en la boca y volándole algunos dientes. Luego, le dije “Todo por no dar un paso al costado” y me retiré a una taberna a probar suerte, pero después de aquel suceso todo fue imperturbablemente pacifico por parte de los demás debo resaltar.

*crubi = sangre en jerga nadsat.

22 de abril de 1899

Ayer, después de haber bebido copas demás leí en el periódico “Mujer es degollada cerca de la estación central”. Vuelvo a leer con mayor atención y mis ojos se detuvieron en la frase “lacra social”, aquella frase fue escrita en el pavimento con la sangre de la víctima.

Tengo mis sospechas, acaso esa mujer habrá sido… Sigo leyendo para confirmar mis pensamientos, esperando estar equivocado, ojalá esté equivocado, por favor que no sea –Maldición- era una mujer que vendía su cuerpo a altas horas de la noche. Luego, revisé en el bolsillo de mi chaqueta y saqué el frasco de cápsulas M, para empeorar la situación pude confirmar mis sospechas de que faltaban 2 cápsulas M menos de las que deberían faltar. 
 
Pienso que puede que yo haya sido quien asesinó a esa mujer. Siempre he pensado que eran unos objetos execrables, unos seres que contribuían a sacar lo peor de nuestra sociedad, ya de por sí moralmente abyecta y repudiable e infecta de decadencia.

No puedo regresar a la escena del crimen para asegurarme de no haber dejado algo que pudiera revelar que yo era el asesino. La policía debe estar oculta y esperando eso, precisamente, que el asesino regrese para eliminar pistas que podrían llevar a su paradero. Toda esa noche estuve pensando ¿habré sido yo? Siempre pensé que este mundo estaba rodeado de gente inmunda que merecía ser eliminada, pero ¿llegar a matar? ¿Sería yo capaz? Maldición –pensé- no recuerdo nada de aquella noche.

25 de abril de 1899

Hoy estuve totalmente aburrido y recordaba lo insufriblemente aburrida y monótona que puede ser la vida. Así que decidí leer unos cuentos de E.T.A. Hoffmann – Es para mí, la literatura, un escape del aburrido y nada interesante mundo real- Esa noche, leí mi cuento favorito por milésima vez, “El hombre de la arena”, seguido de “El huésped siniestro” y “La casa vacía”.

Hipnotizado por las lúgubres pero bellas palabras de Hoffmann, la prosa se convertía rítmicamente en poesía, y decidí leer un libro de Baudelaire llamado Paraísos artificiales en el que Baudelaire explica la creación de poemas bajos los efectos de vino, hachís y opio.

Decidido a experimentar la metamorfosis mística de todos mis sentidos fundidos en uno me drogué con hachís y empecé a escribir cualquier bagatela que se me ocurriese.

Entre las pocas palabras decentes que escribí figuraba:

Tu corazón me niega los sentidos,
El alma y el razonamiento
Pero aun así reina de mi corazón
Siento el prodigar de tus dulces caricias

Tu corazón es lánguido,
Tu silueta mortal,
Y el estigio de tu cabello negro
Como el azabache más intenso, hondura sensual.

Recordaba a un antiguo amor. No escribo más del poema. Mi estilo es cursi y me hace recordar a N..., y detesto a su tipo de poesía cursi que hace que al hombre doblegarse ante la mujer despojándolo de todo orgullo y vanidad dignas de cualquiera.

Quiero tener el estilo de Baudelaire, romántico pero atrevido… -Sí, atrevimiento y picardía, en vez de cursilería- Así que recordando a mi mentor no contemporáneo y a su vida descarriada me dirigí a un prostíbulo. Se refuerza la teoría de que yo sea el asesino.

Antes de dirigirme a aquel paraíso escondido escribo:

“Vanina, tú eres mi hachís, mi jaco y mi speed”.

Una frase corta pero tiene melodía, algún día puede formar parte de un poema.

*hachís = variante de marihuana. 

27 de abril de 1899

He ido a cenar hace poco a un restaurante pequeño, podría decirse que era un restaurante de barrio. Durante cada minuto que cené escuchaba incómodamente una discusión de pareja. Según logré entender discutían por la infidelidad de la joven que era hermosa, de cabello rubio y cuyo cuerpo era una epopeya. En el trajín de la discusión el novio le propinó una fuerte bofetada a la joven. Nadie en el lugar se atrevió si quiera a decirle algo a aquel energúmeno; puesto que tenía la constitución atlética y musculosa. Cualquiera que hubiese peleado contra él habría indefectiblemente perdido.

Me dije para mis adentros tomaré una capsula M más, le daré una lección a este tipo, -aun si pierdo la pelea, pensé- ya que al compararme con él sabía que no tenía oportunidad alguna de ganar. Mientras cogía una cápsula M pensaba “aun si pierdo la pelea no se irá sin ojo morado alguno”. Ingerí la capsula y nuevamente me invadió la sensación de seguridad y poder llevada al éxtasis. Creía incluso que podía vencerle -pero es mejor asegurarse- Me dirigí a la mesa de aquella pareja y agarre una jarra de vidrio y se la presenté violentamente al rostro de aquel tipo. Él quedó desconcertado pero solo fue menos de un segundo, y luego se abalanzó contra mí. Estaba siendo fácilmente superado pero pude coger una silla con la mano derecha y con toda mi fuerza la lancé contra su cabeza para desmayarlo. El sujeto era más recio de lo que había imaginado pues no cayo, pero observé que se tambaleaba y hacía esfuerzo por no caerse. Luego, le di un pequeño empujón para ayudarlo a caer y el sujeto ya no se puso de pie más.

En ese instante, la novia de aquel tipo se lanzó contra mí y me rasguñó la cara. Grité de dolor y luego la empujé a ella contra el piso. –Mujer loca, eso es lo que me pasa por defenderla. Debería golpearte hasta que me produzca placer tus lágrimas y suplica- Pagué mi cena, los daños y me retiré no sin antes regalarle una fuerte patada en el estómago a aquella mujer.

No piensen que por ser mujer no debía golpearla, que aquello es de cobardes y demás tonterías por el estilo. Particularmente, pienso que aquel que empieza con la violencia física pierde el derecho a reclamar algo, sea hombre o mujer. Después de todo vivimos en una época donde la mujer reclama igualdad. No habría igualdad si yo no tuviera derecho a golpearla y ella sí a mí; de otra forma, solamente le estaríamos otorgando favoritismos al género femenino.

Al llegar a casa fui directo a la cama y maté el dolor con unas siete botellas de vino. El sueño me vencía y antes de ceder al agotamiento susurré “Perra de Sodoma” y me dormí.

Tiempo Real (30 de abril de 1899)

Estoy ante un puesto de venta de periódicos, leo los de siempre y observo con sorpresa “Otra mujer es asesinada”. Leo el artículo en el que dice asesino deja otro mensaje en el pavimento, “Perra de Sodoma”. Más abajo leo “La víctima es nuevamente una mujer que ofrecía sus servicios a caballeros dispuestos a pagarlos”. Todo se ha confirmado, el asesino de prostitutas soy yo. El miedo no me invade; por el contrario, una sonrisa se dibuja en mi rostro y me retiro, soltando vehementes carcajadas, a encontrarme con el vetusto anciano que para mí ya era el demonio mismo disfrazado de humano.

Lo veo, lo veo… y le pregunto por las capsulas M. Se ríe tan fuerte que incluso el eco más sordo irrumpe el lugar trépidamente mientras que el anciano desaparece evaporándose y pronunciando lenta y maliciosamente PLA-CE-BO.

martes, 15 de octubre de 2013

El gran Gastby



Recién ayer vi El Gran Gatsby, excelente película. La mayoría la califica como película de amor, pero yo la veo como una película que cuenta una tragedia y no precisamente de amor; añadiendo, a eso, que muestra el valor de la amistad más que amor. Ese final donde se ve que Gatsby (Leonardo DiCaprio) no logrará nada de lo que soñó y el amigo, Nick (Tobey Maguire), triste y enojado con todo el mundo que se olvidó de Gatsby... ¡la puta voz!... recompensó todo el romanticismo de mierda que pusieron, pero que era necesario para que sientas pena por Gatsby xD

Y me hizo recordar que la amistad entre 2 hombres puede ser más verdadera que el amor entre un chico y una chica o viceversa, ¿por qué no?, la amistad entre dos chicas, más verdadera que el amor entre chico y chica. El único que se acordó al final de Gatsby fue Nick, no el amigo multimillonario de Gatsby, ni el comisionado, ni las miles de personas que asistieron a sus fiestas. Nick el amigo pobre que nunca quiso un favor económico de Gatsby por volverlo a juntar con el amor de su vida, el que no quiso un mejor trabajo ofrecido por Gatsby. Él fue el único que se acordó. Eso me conmovió demasiado, añadido a lo que le sucede a Gatsby, claro.

Ahora no sé si leerme el libro o no. ¿Sigo intentando ir a dar una caminata y buscarme las peregrinaciones de Childe Harold de Lord Byron o comprarme el libro de El gran Gatsby?.

En fin una de las canciones que más me gustaron fue ésta: