miércoles, 23 de octubre de 2013

Cuento improvisado 1



Grimmer, el puente empedrado y el viejo

Conversación ligera

Siempre fue parco y lacónico en la conversación, incluso no había ningún atisbo de vida en sus ojos.

-¿Cómo se llamaba?

Johan Grimmer era su nombre, pero los pocos que le conocían y digo conocían porque me resulta casi imposible de creer que realmente fueran sus amigos, más que nada debido al carácter solitario de tan singular persona, pues le conocían simplemente como Grimmer. ¡Qué discutan los psicólogos, si la timidez en una persona puede ser tan intensa!

-¿Timidez?

Sí, timidez. Desde que me presentaron a Grimmer en una fiesta de la universidad noté su falta y escasez de curiosidad y respuesta hacia los demás. Al percatarme de su timidez decidí hacerme su amigo y apoyarlo a superar ésta.

-Mmm… ¿Dices que conociste a Grimmer en una fiesta de la universidad? ¿Acaso, era compañero de algún curso en común?

¡Oh no, para nada! Grimmer estudiaba literatura y como sabes yo soy estudiante de derecho. La fiesta era de la facultad de humanidades y mi enamorada de ese entonces era estudiante de letras, compañera y quizá amiga de Grimmer. Es decir, si alguien era un metomentodo sin duda ese era yo. Pero, vayamos al meollo del asunto. Un día cuando tomé el coche para dirigirnos a la universidad de Miskatonic, noté que Grimmer estaba sentado; sin embargo, él no se dio cuenta de que yo había subido también, ya que estaba en el extremo opuesto de un asiento de tres personas. Al llegar a la universidad bajamos y el otro estudiante aparte de nosotros dos golpeó a Grimmer en la nariz con su codo en su intento de bajar lo más diligente y descuidadamente posible; incluso cuando Grimmer era el más cercano a la puerta del carruaje.

-¿Qué hizo Grimmer? Supongo, que le increpó la falta de educación al otro estudiante.
No. Grimmer, no dijo nada. No profirió ningún reclamo y el muchacho que lo golpeó se bajó sin más.

-¿Se bajó sin pedir disculpas?

Se debería esto a la timidez que yo había notado en Grimmer, pensé. Más tarde, en el comedor, a horas del almuerzo él estaba formado en la fila para recibir sus alimentos cuando un sujeto apareció de la nada y se colocó delante de Grimmer mientras fraternizaba con el otro chico que había estado en la fila, como para suponer que su amigo le había guardado el sitio. En ese momento, en ese preciso instante pude ver en los ojos de Grimmer una latente indignación y cólera que nunca habría imaginado que él fuese capaz de poseer. Sin embargo, él no hizo nada.

-¿Pero por qué tú no hiciste nada?

Lo hubiese hecho, pero Grimmer se hubiese molestado conmigo; ya que no le gusta que intercedan por él y se habría enojado más aún conmigo que con el maleducado. 

-Por lo que dices, Grimmer es tímido y hasta algo ingenuo ante el actuar de los demás. En su lugar, yo habría lanzado vituperios y de ser necesario llegado a golpes en el caso del carruaje; por otro lado, en el caso del comedor, le habría increpado su falta de modales al grosero que se introdujo en la fila.

Tienes razón en lo dicho. Siempre me imaginé a todo escritor o estudiante de literatura como un solitario en su escritorio creando historias increíbles y cuyo requisito para crearlas fuera la soledad, pero Grimmer excedía mis expectativas. Además de eso la falta de socialización lo convirtió en algo como un niño inseguro ante los demás.

Hojas del diario de Grimmer

Sábado 15, abril de 1899

El viernes por la noche, descansando de los días de clases me fui a un pueblo rural que no estaba lejos de la universidad y alquilé una posada, acto seguido me fui a dar un paseo por tan encantador paisaje. Estaba caminando mientras observaba con gran estupor los bellos prados, las vacas masticando hierbas, árboles frondosos que daban alegría a los pajaritos que revoloteaban de aquí para allá hasta que crucé un puente empedrado y mientras avanzaba escuché una voz que decía “¡Hey, muchacho, aquí abajo!” Mientras colocaba mi brazo para apoyarme en la pared baja y empedrada del puente pude observar a un anciano que estaba cerca de la orilla del río debajo del puente, y que pronto ya había captado mi atención. Aquel misterioso ser hizo gestos con la mano para que me acercara y al bajar hacia donde se encontraba pude percatarme que el anciano era extremadamente viejo, pero su vejez era superada por su deformidad, una fealdad que era resaltada por la asimetría en su anciano rostro; y no sólo eso, también vi disimuladamente que sus botas y gran parte de la vestimenta que cubría sus extremidades inferiores estaban totalmente empapadas, como si hubiese salido de aquel río.

El anciano me sonrió pero con cada articulación de sus músculos parecía esbozar una sonrisa maligna y macabra, luego me dijo “eh muchacho, tengo algo para ti y es exclusiva y únicamente para ti”.

¿Para mí? – le dije en forma de pregunta- ¿A qué se refiere caballero?

Son unas cápsulas, -pastillas dijo para aclarar- pero no cualquier clase de capsulas. Es la capsula M. Te ayudará con tu “problema”.

Me ha confundido caballero –dije, pensando que eran drogas. ¿Además cómo podría aquel vejestorio saber mi “problema”? – Mi problema, pero a qué problema se refiere- le pregunté.
Poco te diré. Cuando la tomes te atreverás a hacer todo lo que deseas sin la menor vacilación.

No necesito eso -dije, dudando aún de las capsulas- Pero sentimientos similares a los que sintió Eva por la manzana del árbol del Edén me albergaban. 

¡Oh, claro que lo necesitas! Es más, te haré un favor, toma este frasco de cápsulas M sin pago alguno y si después de unos días confirmas que cumple el fin mencionado regresas aquí, debajo del puente empedrado, a la misma hora, dentro de dos semanas a comprarme más.

No tenía nada que perder pensé, aceptando el frasco de las dichosas capsulas M.

19 de abril  de 1899.

Caminaba por la acera de un parque, ya en la ciudad, para distraerme  mientras del lado opuesto de la acera un sujeto con bastón y sombrero de copa se cruza conmigo. Ambos paramos como esperando que el otro de un paso al costado, pero en sus ojos se notaba cierto aire de superioridad, sin duda alguna era un noble por la elegancia y forma peculiar que tenía al caminar. Lo observo. Es un sujeto vestido finamente, pero no quiero dar un paso al costado asintiendo y comprobando mi inferioridad hacia él. Nos miramos, y él rompe el silencio despectivamente con “Da un paso al costado muchacho” y yo dije burlonamente “Disculpe su majestad, pero por qué habría de hacerlo”.

Antes de salir de la residencia universitaria tomé una capsula M y de pronto sentimientos tumultuosos de poder recorrían mi ser y el orgiástico convencimiento del verdadero efecto de las capsulas M me dispusieron a dar una caminata por un parque al que llamo la zona de la mala suerte, pues siempre ocurre algún acontecimiento inesperado que me pone de mal humor como si el universo conspirará contra mí para arruinarme el día y la alegría que yo pudiese tener en ese instante.

“Me vas a dar permiso o no” dice el detestable ser ante mí.

Usted está perdiendo el tiempo –digo- en lugar de pedirme permiso podría ya haber dado paso al costado y seguir con su camino, caballero. Puede estar usted totalmente seguro de que no le daré permiso.

El sujeto se pone fuerte y sin dar paso al costado camina hacia adelante y me empuja bruscamente. 

Tomé la capsula M por lo que esto no debería suponer ninguna dificultad me dije a mí mismo. Toco instintivamente mi hombro previamente golpeado por la brusquedad del sujeto aquel, creyendo que así el dolor menguara; y luego, le meto un puñetazo en la espalda con toda mi rabia desprendida en cuestión de segundos.

Empieza la pelea, y el mar de violencia que hay en mi proclama y pide su roja *crubi; así que, golpeo sin mesura en mis actos y su elegante camisa blanca y chaqué se ven enjugados del rojo interno del sujeto.

Yo también estoy algo golpeado. El infeliz me ha dejado el ojo izquierdo totalmente morado; pero el resultado final, el sino ha salido a mi favor otorgándome la victoria sobre aquel sujeto y así como Diomedes humilló a Héctor en la Ilíada me dispuse a devolverle el favor dándole una fuerte patada en la boca y volándole algunos dientes. Luego, le dije “Todo por no dar un paso al costado” y me retiré a una taberna a probar suerte, pero después de aquel suceso todo fue imperturbablemente pacifico por parte de los demás debo resaltar.

*crubi = sangre en jerga nadsat.

22 de abril de 1899

Ayer, después de haber bebido copas demás leí en el periódico “Mujer es degollada cerca de la estación central”. Vuelvo a leer con mayor atención y mis ojos se detuvieron en la frase “lacra social”, aquella frase fue escrita en el pavimento con la sangre de la víctima.

Tengo mis sospechas, acaso esa mujer habrá sido… Sigo leyendo para confirmar mis pensamientos, esperando estar equivocado, ojalá esté equivocado, por favor que no sea –Maldición- era una mujer que vendía su cuerpo a altas horas de la noche. Luego, revisé en el bolsillo de mi chaqueta y saqué el frasco de cápsulas M, para empeorar la situación pude confirmar mis sospechas de que faltaban 2 cápsulas M menos de las que deberían faltar. 
 
Pienso que puede que yo haya sido quien asesinó a esa mujer. Siempre he pensado que eran unos objetos execrables, unos seres que contribuían a sacar lo peor de nuestra sociedad, ya de por sí moralmente abyecta y repudiable e infecta de decadencia.

No puedo regresar a la escena del crimen para asegurarme de no haber dejado algo que pudiera revelar que yo era el asesino. La policía debe estar oculta y esperando eso, precisamente, que el asesino regrese para eliminar pistas que podrían llevar a su paradero. Toda esa noche estuve pensando ¿habré sido yo? Siempre pensé que este mundo estaba rodeado de gente inmunda que merecía ser eliminada, pero ¿llegar a matar? ¿Sería yo capaz? Maldición –pensé- no recuerdo nada de aquella noche.

25 de abril de 1899

Hoy estuve totalmente aburrido y recordaba lo insufriblemente aburrida y monótona que puede ser la vida. Así que decidí leer unos cuentos de E.T.A. Hoffmann – Es para mí, la literatura, un escape del aburrido y nada interesante mundo real- Esa noche, leí mi cuento favorito por milésima vez, “El hombre de la arena”, seguido de “El huésped siniestro” y “La casa vacía”.

Hipnotizado por las lúgubres pero bellas palabras de Hoffmann, la prosa se convertía rítmicamente en poesía, y decidí leer un libro de Baudelaire llamado Paraísos artificiales en el que Baudelaire explica la creación de poemas bajos los efectos de vino, hachís y opio.

Decidido a experimentar la metamorfosis mística de todos mis sentidos fundidos en uno me drogué con hachís y empecé a escribir cualquier bagatela que se me ocurriese.

Entre las pocas palabras decentes que escribí figuraba:

Tu corazón me niega los sentidos,
El alma y el razonamiento
Pero aun así reina de mi corazón
Siento el prodigar de tus dulces caricias

Tu corazón es lánguido,
Tu silueta mortal,
Y el estigio de tu cabello negro
Como el azabache más intenso, hondura sensual.

Recordaba a un antiguo amor. No escribo más del poema. Mi estilo es cursi y me hace recordar a N..., y detesto a su tipo de poesía cursi que hace que al hombre doblegarse ante la mujer despojándolo de todo orgullo y vanidad dignas de cualquiera.

Quiero tener el estilo de Baudelaire, romántico pero atrevido… -Sí, atrevimiento y picardía, en vez de cursilería- Así que recordando a mi mentor no contemporáneo y a su vida descarriada me dirigí a un prostíbulo. Se refuerza la teoría de que yo sea el asesino.

Antes de dirigirme a aquel paraíso escondido escribo:

“Vanina, tú eres mi hachís, mi jaco y mi speed”.

Una frase corta pero tiene melodía, algún día puede formar parte de un poema.

*hachís = variante de marihuana. 

27 de abril de 1899

He ido a cenar hace poco a un restaurante pequeño, podría decirse que era un restaurante de barrio. Durante cada minuto que cené escuchaba incómodamente una discusión de pareja. Según logré entender discutían por la infidelidad de la joven que era hermosa, de cabello rubio y cuyo cuerpo era una epopeya. En el trajín de la discusión el novio le propinó una fuerte bofetada a la joven. Nadie en el lugar se atrevió si quiera a decirle algo a aquel energúmeno; puesto que tenía la constitución atlética y musculosa. Cualquiera que hubiese peleado contra él habría indefectiblemente perdido.

Me dije para mis adentros tomaré una capsula M más, le daré una lección a este tipo, -aun si pierdo la pelea, pensé- ya que al compararme con él sabía que no tenía oportunidad alguna de ganar. Mientras cogía una cápsula M pensaba “aun si pierdo la pelea no se irá sin ojo morado alguno”. Ingerí la capsula y nuevamente me invadió la sensación de seguridad y poder llevada al éxtasis. Creía incluso que podía vencerle -pero es mejor asegurarse- Me dirigí a la mesa de aquella pareja y agarre una jarra de vidrio y se la presenté violentamente al rostro de aquel tipo. Él quedó desconcertado pero solo fue menos de un segundo, y luego se abalanzó contra mí. Estaba siendo fácilmente superado pero pude coger una silla con la mano derecha y con toda mi fuerza la lancé contra su cabeza para desmayarlo. El sujeto era más recio de lo que había imaginado pues no cayo, pero observé que se tambaleaba y hacía esfuerzo por no caerse. Luego, le di un pequeño empujón para ayudarlo a caer y el sujeto ya no se puso de pie más.

En ese instante, la novia de aquel tipo se lanzó contra mí y me rasguñó la cara. Grité de dolor y luego la empujé a ella contra el piso. –Mujer loca, eso es lo que me pasa por defenderla. Debería golpearte hasta que me produzca placer tus lágrimas y suplica- Pagué mi cena, los daños y me retiré no sin antes regalarle una fuerte patada en el estómago a aquella mujer.

No piensen que por ser mujer no debía golpearla, que aquello es de cobardes y demás tonterías por el estilo. Particularmente, pienso que aquel que empieza con la violencia física pierde el derecho a reclamar algo, sea hombre o mujer. Después de todo vivimos en una época donde la mujer reclama igualdad. No habría igualdad si yo no tuviera derecho a golpearla y ella sí a mí; de otra forma, solamente le estaríamos otorgando favoritismos al género femenino.

Al llegar a casa fui directo a la cama y maté el dolor con unas siete botellas de vino. El sueño me vencía y antes de ceder al agotamiento susurré “Perra de Sodoma” y me dormí.

Tiempo Real (30 de abril de 1899)

Estoy ante un puesto de venta de periódicos, leo los de siempre y observo con sorpresa “Otra mujer es asesinada”. Leo el artículo en el que dice asesino deja otro mensaje en el pavimento, “Perra de Sodoma”. Más abajo leo “La víctima es nuevamente una mujer que ofrecía sus servicios a caballeros dispuestos a pagarlos”. Todo se ha confirmado, el asesino de prostitutas soy yo. El miedo no me invade; por el contrario, una sonrisa se dibuja en mi rostro y me retiro, soltando vehementes carcajadas, a encontrarme con el vetusto anciano que para mí ya era el demonio mismo disfrazado de humano.

Lo veo, lo veo… y le pregunto por las capsulas M. Se ríe tan fuerte que incluso el eco más sordo irrumpe el lugar trépidamente mientras que el anciano desaparece evaporándose y pronunciando lenta y maliciosamente PLA-CE-BO.

martes, 15 de octubre de 2013

El gran Gastby



Recién ayer vi El Gran Gatsby, excelente película. La mayoría la califica como película de amor, pero yo la veo como una película que cuenta una tragedia y no precisamente de amor; añadiendo, a eso, que muestra el valor de la amistad más que amor. Ese final donde se ve que Gatsby (Leonardo DiCaprio) no logrará nada de lo que soñó y el amigo, Nick (Tobey Maguire), triste y enojado con todo el mundo que se olvidó de Gatsby... ¡la puta voz!... recompensó todo el romanticismo de mierda que pusieron, pero que era necesario para que sientas pena por Gatsby xD

Y me hizo recordar que la amistad entre 2 hombres puede ser más verdadera que el amor entre un chico y una chica o viceversa, ¿por qué no?, la amistad entre dos chicas, más verdadera que el amor entre chico y chica. El único que se acordó al final de Gatsby fue Nick, no el amigo multimillonario de Gatsby, ni el comisionado, ni las miles de personas que asistieron a sus fiestas. Nick el amigo pobre que nunca quiso un favor económico de Gatsby por volverlo a juntar con el amor de su vida, el que no quiso un mejor trabajo ofrecido por Gatsby. Él fue el único que se acordó. Eso me conmovió demasiado, añadido a lo que le sucede a Gatsby, claro.

Ahora no sé si leerme el libro o no. ¿Sigo intentando ir a dar una caminata y buscarme las peregrinaciones de Childe Harold de Lord Byron o comprarme el libro de El gran Gatsby?.

En fin una de las canciones que más me gustaron fue ésta:


martes, 8 de octubre de 2013

Un día con gripe



Estoy con gripe. Salgo de las clases de inglés y me dirijo a la farmacia más cercana para comprarme unas pastillas contra la gripe y algo de velocentina, syntheisitiseina o drencromina. Bueno, vale. Esas 3 últimas no.

Al fin compro 2 pastillas y camino un rato al siguiente paradero y no al más cercano; ya que, no quiero que los demás me vean con mi pañuelo todo húmedo  ni cuando estornudo. Pienso que al llegar ya habrá disminuido los síntomas de la gripe. Camino de lo más jodido y en eso veo pasar a una chica no muy guapa pero tampoco fea; no obstante, tiene el cuerpo de una epopeya, mis deseos llevados a la demencia, un ángel embriagado de sol y de hermosura. Empiezo a recordar que no me gusta ver a las mujeres de esa forma; supongo, por tener una hermana, y al mismo tiempo para no considerarme un animal que se deja llevar por sus instintos; sin embargo, ya vi sus hermosas caderas resaltadas por el pantalón ajustado, pero me resisto y he logrado ignorar su prodigioso cuerpo.

Un señor de unos 60 años voltea a verle sus nalgas. Joder, mi padre debe tener 50 años, me pregunto si hará lo mismo. Otro grupo de chicos cercanos a mi edad voltean a verle. Parece que esta chica está despertando un oleaje de pasiones –Maldita sea, los hombres somos demasiado pervertidos- Desde una combi, el cobrador, le silva y sin ser, yo, una mujer me repugna tal acción. En fin, llego al paradero  y tomo mi carro. Parece que la gripe está desapareciendo, pero como dicen que la gripe no tiene cura; aquello es imposible, son los síntomas los que están desapareciendo. Subo, miro buscando un asiento vacío donde la gente no pueda prestar atención a mi húmedo pañuelo y ojos vidriosos. Me siento, parece que ya estoy bien. Joder, se sube una chica que por cierto es simpática y lleva una bolsa amarilla. Ella empieza a sacar mandarinas y a comérselas. Joder, el olor de las mandarinas está reavivando los síntomas de la gripe. Llego a casa y voy corriendo a mi cama. Me tiro con extrema violencia, no quiero saber nada del mundo. Así toquen la puerta, llamen por teléfono; no abriré, no contestaré ni aunque fuese el mismísimo Dios.

Pasó media hora, voy a la farmacia y quiero comprarme otras pastillas; pero, hay una tía delante de mí que está teniendo una larga conversación. -Paso de ella- Han transcurrido unos 5 minutos, lo sé, porque miro la hora en mi celular, y digo ¿pero qué coño? ¿Por qué carajos se demora tanto? Ajusto el sentido del oído y logro escuchar que no sabe que pastilla comprar y que la chica de ayer le vendió lo que indicaba la receta. Ella empieza a explicar sus síntomas y joder, esto tiene para rato. Me largo, no sin antes decir un ligero “te pasaste de pendeja” – Pierdo la timidez cuando estoy soberanamente jodido – He llegado a una tienda. No es farmacia, pero venden pastillas contra la gripe. Claudia me atiende y me dice que no hay –No importa Claudia, te perdono porque estas bien rica. Maldición, lujuria detected, reprimo mis impulsos- .Me voy a otra tienda, cerca de mi casa, y me dicen que no hay –Al parecer el universo conspira contra mí - Tuve que ir al mercado, no quería caminar mucho con esta gripe, pero no hubo de otra.

Llego a casa, me sirvo un café súper caliente y me tomo mis tres pastillas –A acabar con los síntomas de una vez- ; mientras, recuerdo que un doctor me dijo que las pastillas contra la gripe no hacen efecto si las tomas con café o no sé si se refería a todas las pastillas en general. No importa, de todas formas, ya he tomado varias veces las pastillas con mi amado y delicioso néctar de los dioses, y me ha hecho efecto. Las pastillas me provocan sueño y caigo rendido en la cama con todo y zapatos. Ya ha pasado 3 ó 4 horas. No sé a qué hora me quedé dormido. Abro los ojos con mucho esfuerzo y joder los estornudos siguen ahí. Me voy a la cocina, me preparo un delicioso y suculento “arroz con huevo y plátano frito” y me tomo otras 3 pastillas más: levocert D, nastizol, panadol allergy; 3 horas después ya estoy bien.

Empiezo a recordar el aroma del café y recuerdo que el café despierta los síntomas de mi gastritis, pero es demasiado tarde, soy un adicto al café, y recuerdo un poema de Juan Gonzalo Rose que menciona al cafecito

Cada tarde te pierdo
como se pierde el tiempo,
o la esperanza.
Cada tarde, definitivamente,
te pierdo como se pierde la paciencia.
Cada tarde dices no.
Mueves la cabeza y dices no.
Mueves la tierra y dices no.
No mueves los labios y tu silencio
dice no.
Infatigablemente,
cada tarde,
mi café solitario obscurece
el planeta.

El café te pone hiperactivo y en mi caso en particular me hace atreverme a cosas que normalmente no haría por miedo o vergüenza. Una vez estaba yo parado en una combi dirigiéndome a casa cuando un gilipollas que se había sentado con la mochila puesta en su espalda se para, y me da con toda la mochila en la cara; para lo que va a suceder después he tomado mi café como profeta de lo que va a llevarse a cabo. Agarro la mochila con mis dos manos y lo empujo sin disimulo, luego me siento. El cabrón ese voltea hacia mí y me dice que no me pase de faltoso, yo le digo “no seas pendejo, me has puesto toda la mochila en la cara. Me llega altamente la gente que al bajar del carro no le importa incomodar a los demás al pisarles los zapatos, al golpear con los codos o en tu caso al poner todo ese tumulto de mochila en mi cara”. El tío me mira con odio, no dice nada y se baja. Si no hubiese tomado mi café, habría sido diferente; seguramente, habría dicho algo como “oye amigo, ten cuidado con tu mochila”. Punto para el café C:

Ah delicioso café eres mi hachís, mi jaco y mi speed. Ok no ._. 

Hablando de eso. Contacté con alguien para que me venda maría. Últimamente, estoy deprimido y quiero experimentar la alegría aunque sea efímera, falsa y de magia traidora. Quedé con el contacto para cierto día. Le llamo el día acordado, una hora antes, para no ir en vano. No me contestó, por lo que teniendo dinero que quería desaparecer de mis manos me fui a la feria del libro de la upc y me compré “Paraísos artificiales” de mi dios Baudelaire. ¡Baudelaire hazme un hijo! Ok no ._. 

Hablando ahora de Baudelaire, me hubiera gustado conocerlo, tenía el rostro de un solitario amargado; pero...


pero, aun así me hubiera gustado conocerlo, aún si yo le hubiese caído mal. Es para mí, el poeta más excelso de todos. – joder, cuando hablen de Baudelaire deberían hablar en términos encomiásticos y de excelsitud u_u - Empiezo a recordar a un gilipollas de la San Marcos, que se daba de intelectual y que no paraba de hablar de Nicanor Parra –No tengo nada en contra de ti, Nicanor; gran poeta, pero no fuiste creador de una corriente, ni revolucionaste la poesía como sí lo hizo Baudelaire - y que curiosamente conocí en las clases de inglés, tiempo atrás. Le dije”yo soy un friki de la literatura. Mi poeta favorito es Baudelaire” y el muy gilipollas me dice que no sabe quién era Baudelaire; se lo puedo pasar a cualquiera, a una persona promedio, pero no a un estudiante de literatura y menos a este gilipollas que le faltaba año y medio para terminar su carrera.

¡Dios, como odio a esos pseudointelectuales! Baudelaire, mi dios, padre de la poesía sin rima, precursor del Simbolismo, nuevamente padre, y maestro mágico, liróforo celeste que al instrumento olímpico y a la siringa agreste diste tu acento encantador maldice a todos esos hijos de puta que estudian literatura en la universidad y no saben de ti u.u

En fin, despierto hoy… y sigo teniendo gripe.